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AKSENTI

NISI DOMINUS

Beber sangre siempre será peligroso...

ACT I

EL REFLEJO INEFABLE

Nisi Dominus (el espectáculo) nos presenta dos opuestos ligados por un vaso comunicante: la sangre. Este líquido preciado en El reflejo inefable es la fuente de supervivencia del vampiro. La sangre humana es el alimento preservador de la vida y vial de una existencia poderosa y solitaria. Nos confronta con la imposibilidad de mirarnos al espejo. ¿Que simboliza un reflejo inexistente sino la incapacidad de realizar una introspección, de mirar nuestro interior? La parálisis, la condenación perpetua de ser siempre el mismo, la permanencia en el limbo de la inmutabilidad y la muerte en vida son los problemas existenciales de este ser marginal escondido siempre en la oscuridad a quien la eternidad, sin embargo, le cobra la mitad de su tiempo privándolo de la luz en un enclaustramiento inevitable. Un cazador de almas y recolector de sangre que vive para no ver la luz del día, sino para encontrarse con las tinieblas. ¿Es nuestra oscuridad interna mucho más lóbrega que la externa? Una existencia sin propósito, por último, ¿nos condena a la soledad?

El mal es el mal. No se origina de las circunstancias sociales. No es cuestión de la falta de acceso, ni siquiera lo controla Dios. Se trata de una fuerza humana totalmente distinta.

- Leszek Kolakowski

ACT II

NISI DOMINUS

Nisi Dominus nos habla de la bendición y la luz de un ser supremo, pero también se relaciona con la redención y con la sangre. En Salmos 127 nos hablan de un ser supremo que nos exige que le ofrendemos nuestra vida y nuestros actos para que sean válidos, para que nos bendiga y nos dé hijos. Él a cambio, dentro de nuestra tradición, ofrecerá a su propio hijo sacrificándolo. En ambas situaciones, dependemos del derramamiento de sangre y nos encontramos como esclavos de la circunstancia en específico. ¿Elegiremos alguna de las dos opciones? ¿Una existencia con propósitos nos otorga compañía pero nos mantiene cautivos al rito de la sangre?

La fe es la convicción de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve.”

Hebreos: 11,1